No hay curso escolar en el que no tenga que afrontar la misma situación: unos padres preocupados me visitan para consultarme qué pueden hacer con su hijo o hija; aunque «lo han intentado todo», no consiguen que se interese mínimamente por la lectura. Perciben que ello puede acabar repercutiendo en un peor desempeño del niño/a en el colegio, lo que les genera un estrés que a su vez, irremediablemente, acaban por transmitir al niño, que acaba por rechazar todavía con mayor firmeza la lectura.
Por desgracia no hay una receta mágica para «hacer que a un niño le guste leer»; el que el niño se muestre atraído ó no hacia la lectura no deja de ser el resultado de la suma y evolución de una serie de factores a lo largo del tiempo, tanto asociados al propio niño (grado de desarrollo y madurez, personalidad, curiosidad innata, aficiones, etc.) como externos (hábitos familiares, entorno educativos, etc.)
Dicho esto, padres y profesores podemos construir en la dirección correcta e incentivar un tanto la aproximación del niño/a a los libros. Veamos a continuación algunas sencillas indicaciones sobre lo que como padres podemos hacer para ayudar a nuestros hijos, incluso a los más reacios, a leer.